El pasado día 17 de mayo perpetré, de nuevo, otra fiesta de cumpleaños en la que se reunieron conmigo amigos, compañeros de trabajo, algunos de mis estudiantes y demás hierbas... Por supuesto, nos encontramos, como es natural, en el Club Latino El Sol, marco incomparable de las actividades que mes a mes voy inventando y que, como no podía ser de otro modo, también sirvió de escenario a este atentado contra el aburrimiento y la tristeza.
Si bien no fue tan espectacular como la del año anterior, sí es cierto que lo pasamos muy bien todos los allí reunidos, especialmente porque nos reímos mucho (y también bebimos ídem), y porque me hicieron unos regalitos muy graciosos que me llegaron al alma. La única lástima es que fotos no hay, dado que a mí se me olvidó la cámara y parece que también a todos los que fueron, además de que, como es obvio, nadie me regaló una cámara (¡qué triste!), pero siempre quedarán los buenos recuerdos.
A todos los que vinieron, quiero darles las gracias, especialmente a mi amiga Claudia, maravillosa nicaragüense que se desvive por los demás y que tiene una sonrisa esplendorosa, así como a su novio, Krzysztof, los cuales me ayudaron de pinches de cocina para tener a tiempo las humildes viandas con las que agasajé a mis invitados.
También quiero dar las gracias a todas las personas que pasaron por allí: me hicieron pasar muy buenos momentos de charla y animaron constantemente la velada con sus idas, venidas, comentarios, hechos... Gracias, de todo corazón.
En fin, muy entretenido, aunque después de eso (y de la resaca que quedó al día siguiente), uno se pone a reflexionar sobre el paso del tiempo y sobre cómo la edad fluye libremente hacia adelante (por desgracia), impidiéndonos volver a vivir el pasado, sobre todo esos momentos que echamos de menos por haber sido muy importantes y estupendos para nuestras vidas...
En fin, lo dejaré aquí, dado que vuelvo a empezar a ponerme metafísico. Miraremos hacia adelante y esperaremos con ansia y deseo lo que nos depare el futuro...
Si bien no fue tan espectacular como la del año anterior, sí es cierto que lo pasamos muy bien todos los allí reunidos, especialmente porque nos reímos mucho (y también bebimos ídem), y porque me hicieron unos regalitos muy graciosos que me llegaron al alma. La única lástima es que fotos no hay, dado que a mí se me olvidó la cámara y parece que también a todos los que fueron, además de que, como es obvio, nadie me regaló una cámara (¡qué triste!), pero siempre quedarán los buenos recuerdos.
A todos los que vinieron, quiero darles las gracias, especialmente a mi amiga Claudia, maravillosa nicaragüense que se desvive por los demás y que tiene una sonrisa esplendorosa, así como a su novio, Krzysztof, los cuales me ayudaron de pinches de cocina para tener a tiempo las humildes viandas con las que agasajé a mis invitados.
También quiero dar las gracias a todas las personas que pasaron por allí: me hicieron pasar muy buenos momentos de charla y animaron constantemente la velada con sus idas, venidas, comentarios, hechos... Gracias, de todo corazón.
En fin, muy entretenido, aunque después de eso (y de la resaca que quedó al día siguiente), uno se pone a reflexionar sobre el paso del tiempo y sobre cómo la edad fluye libremente hacia adelante (por desgracia), impidiéndonos volver a vivir el pasado, sobre todo esos momentos que echamos de menos por haber sido muy importantes y estupendos para nuestras vidas...
En fin, lo dejaré aquí, dado que vuelvo a empezar a ponerme metafísico. Miraremos hacia adelante y esperaremos con ansia y deseo lo que nos depare el futuro...
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