7.9.07

Vuelta al cole

Tras estas largas vacaciones (sí: largas, porque, como ya se sabe, es uno de los privilegios de ser docente), llega la hora de volver a tomar los bártulos y comenzar a preparar nuevos inventos, tener nuevas ideas y cargarse de ilusión frente al nuevo curso que se avecina.

En mi caso, las vacaciones pasaron sin más pena ni gloria, aunque, eso sí, me permití dos semanitas de estancia en España, viendo a la familia y todos esos engorrosos asuntos de relaciones sociales que a veces le tocan a uno cumplir cuando se halla en el extranjero de forma prolongada.

No obstante, el día 3 de septiembre comencé con los terribles exámenes de recuperación de septiembre: dos ajetreadas semanas intentando ser objetivo y facilitando, a pesar de dicha objetividad, que mi estudiantes puedan salvar lo salvable. Porque, no podemos negarlo: a la larga siempre se da una situación de empatía con tus estudiantes, dado que, de alguna manera, durante un año has construido para ellos un microcosmos plasmado en el aula. Te has reido, te has enfadado, te has disvertido, te has preocupado, les has enseñado, les has mostrado nuevos horizontes... Todo ello por ellos, para ellos y con ellos. Sería imposible negar que, de esta manera, siempre existe un afán por parte del docente de intentar apoyar los esfuerzos que realizan sus estudiantes.

A pesar de todo, como digo, existe una delicada línea divisoria: no estamos en una situación en la que "todo vale", sino que, a pesar de lo dicho, también hay que pretender actuar con justicia, objetividad y equidad. Esto no quiere decir que haya que establecer la ecuación "PROFESOR=EXAMEN=SANCIONADOR", sino que, en un sentido laxo, se ha de pretender que las empatías generadas durante el curso no afecten a la equidad en la corrección de las pruebas, pero, claro, dichas pruebas han de ser siempre establecidas desde una perspectiva posibilista.

Existen éstas para medir los conocimientos adquiridos, dentro de un marco programático específico, no para convertirse uno mismo en la pesadilla y azote de sus estudiantes. Hay quien aún estima que el prestigio radica en dejar una lista de suspensos lo suficientemente amplia para demostrar que es "duro" y "exigente". Yo, por mi parte, me conformo con saber que, después de un curso académico, mis estudiantes han conseguido aprender algo y lo han hecho con la conciencia de que lo aprendido les va a servir en el futuro.

Por mi parte, no voy a pasar a la historia como "Seispesetas", un profesor que tuve al que llamábamos así porque era "más-que-duro". Me conformo con que, en el futuro, cuando alguno de mis estudiantes se enfrente a un texto, a una traducción, o incluso esté enseñando, piense para sí mismo: "esto lo sé. Sergio me lo enseñó". Nada más.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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