11.9.08

Budapest... ¡a marchas forzadas!

Tras mi paso por Cluj-Napoca, tal como relaté en mi entrada anterior, me tocó regresar a Cracovia. Había decidido realizar el viaje de ida y vuelta en tren, sobre todo por aquello del romanticismo de los viajes por centroeuropa de finales del siglo XIX, principios del XX en ferrocarril, y porque resultaba ser una opción mucho más barata que el avión.

Como quiera que sea, a la vuelta de Cluj-Napoca, había de hacer escala en Budapest, donde disponís de 25 minutos entre la llegada del tren desde Rumanía y la salida del siguiente hacia Polonia... Pero no pudo ser, dado que el tren de Rumanía llegó... ¡¡¡27 minutos tarde!!!

Así pues, me armé de valor y fui a ver cómo podía solucionar el asunto: tras largos paseos por la estación y tras ubicar la oficina de reclamaciones, pude averiguar que podía tomar otro tren 7 horas después, que me dejaría en Cracovia en la madrugada del día siguiente sin coste alguno.

Así pues, ante la perspectiva de tener que pasar siete horas interminables en Budapest, habida cuenta que había estado viajando de noche desde Rumanía, y ante el temor que quedarme totalmente dormido en la estación, me armé de valor y decidir visitar la ciudad, pues no sé si se dará una nueva oportunidad para verla. Así pues, dejé las maletas en la consigna de la estación, cambié algunos euros que llevaba por forintos húngaros y me dispuse a recorrer las calles de la que, hace mucho tiempo, fue dos ciudades: Buda y Pest, y que ahora es la capital de Hungría.

Budapest es una ciudad amable para el caminante y ciertamente la línea de metro funciona estupendamente, pues desde la estación de tren hasta el centro apenas se tardan 7 minutos, que pasan volando. Una vez en el centro, sobre todo me dispuse a visitar lo más representativo de la ciudad (dado que me habían dado un mapa de Budapest en la oficina de cambio donde aparecían señalizadas de forma muy destacada las demas oficinas de cambio de la misma compañía en la ciudad, así como los monumentos más destacables).

El único problema que no acompañó a esta visita fue el calzado, pues había decidido llevarme a Rumanía los zapatos más elegantes que tengo (dado que no pensaba que tendría que caminar mucho), con lo cual en algunos momentos el paseo se convirtió en una experiencia agotadora.

Otra cosa es el húngaro. Si al principio el polaco me parecia el idioma más ininteligible del planeta, ahora sé que estaba equivocado. Sin duda, y aún sabiendo polaco, el idioma para mí más ininteligible es el húngaro.

Aparte de eso, he de reconocer la belleza que encierra la ciudad, así como las delicias gastronómicas húngaras que se pueden degustar, regadas con una buena copa de un delicioso vino Egri, que es una denominación de origen húngara, que en nada tiene que envidiar a nuestros caldos de La Rioja o de la Ribera del Duero, aparte de que el egri es mucho más barato... Asombrosamente más barato.

Para la descripción de la ciudad, paso a las fotografías, lo cual sin duda será más ilustrador de lo que pueda expresar con mi pobre vocabulario...



























3 comentarios:

Autunm dijo...

Hola!!

Me ha parecido un excelente post y me encanta la forma en la que escribes!

Pasaré a leerlo más seguido...

Sigue así!! ;)

Chencho dijo...

Gracias por el comentario!!!

Siempre es bonito saber que, al menos, hay alguien que te lee :)))

Anónimo dijo...

jajjaja, buenísimo! me ha encantado este post sobre la experiencia Budapest!! de verdad! un puntazo! eso es ser el Rey de las Escalas! Tengo unas ganas tremendas de ir allí y no descarto que sea pronto, a ver como se ponen las cosas.
Un abrazo
prima ronda