Tras esta semana en la que ha ido pasando el tiempo como si no se hubiera dejado sentir apenas, ya llega el viernes, y con él, el último día laborable de mi semana de trabajo y, por ende, el inicio de ese tiempo que tanto se ansía para hacer todo lo que durante la semana está vetado por un impulso de autoresponsabilidad, a veces mal concebida, y que, al final no sirve para hacer absolutamente nada, dado que tienes que ponerte a preparar y planificar todo el trabajo de la semana siguiente en ese periodo de tiempo.
Recuerdo una canción de mi época de pseudo-macarra juevenil del grupo llamado Niños del Brasil, que decía algo así como:
Lunes... ¡No!
Martes... ¡No!
Miércoles... ¡No!
Jueves, viernes.
¡Hoy es viernes!
Como quiera que sea, acabaré las clases de hoy y tras esto, seré aún tan masoquista que me marcharé a una reunión en el Instituto de Polonística para enterarme de cuando comenzará un curso de lengua polaca que la UJ va a organizar para sus trabajadores de forma gratuita y que, por supuesto, para aprovechar espacio y ahorrar gasto se celebrará simultáneamente con los cursos de lengua polaca para ERASMUS. Hay que echarle imaginación para ver a los estudiantes y sus profesores compartiendo la misma aula y observando cómo mutuamente se equivocan.
Así pues, dadas las circunstancias que me trajeron a Polonia en su tiempo, ahora es momento de que, por fin, lleve a cabo el sueño que he estado persiguiendo en tantos y tantos días de desolación idiomática, de malentendidos lingüísticos y de desvelos por entender lo que me pide la cajera del supermercado cada vez que voy a hacer la compra. -Pięć pięcdzisiąt!- me dice con su melosa voz cuando voy a comprarle un paquete de tabaco... Me quedo reflexionando un momento, con cara de semi-éxtasis, esperando tener una inspiración por parte del Espíritu Santo, que parece que sólo trabajó una vez en la historia de su existencia a la hora de derramar sus dones, entre ellos el del conocimiento de lenguas extranjeras, que ahora tan bien me vendrá a mí... Por fin me percato de que junto al tabaco está escrito el precio en cristiano: cinco con cincuenta. Inmediatamente meto mi mano en el bolsillo, mientras observo cómo la siguiente o siguientes personas de la cola me miran no sin cierto nerviosismo e incluso enfado. Saco el dinero, pago con celeridad y mascullo un -Dziekuje bardzo (muchas gracias)-, mientras me alejo del supermercado con mi recién adquirido paquete de tabajo que me ha proporcionado ese místico momento de saber que no sé absolutamente nada...
Pero al igual que decía antiguamente cierto anuncio de la televisión: "El frotar se va a acabar", pues algo parecido me va a suceder a mí, y por fin voy a abandonar esas muecas de falta de entendimiento que pongo de vez en cuando y que amenzan con dejarme la cara con menos fortuna qyue la del hermano Calatrava feo (sí, ese que se parece a Mick Jagger, pero en versión desnaturalizada).
¡Qué voy a decir más! Escribo ahora al ritmo de la música que ha traído mi amigo Marcos, lector de portugués en la UJ y especialista en leyendas urbanas. Se trata de la Orquesta Nacional de Barbés (Marruecos), que, no está de más decirlo, suena a música, no de orquesta nacional, sino popular de Marruecos... Será que los europeos tenemos una visión muy distinta de lo que es la definición de música y de orquesta nacional...
Veremos qué depara la reunión preparatoria y a ver en qué nivel me ponen, aunque, dadas las circunstancias, me pondrán en el más bajito, a ver si así dejo de arrugar el ceño y fruncir la nariz con los ojos entrecerrados (-no, no es una descripción del Fary chupando limones, es la mía al no enterarme de las cosas-) y por fin sentirme bien, sentirme alegre, porque es mi día y nada me lo va estropear, porque estoy contento de ser como soy... ¡Caramba! Ya me dejé otra vez influenciar por los anuncios de la televisión de nuevo...
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