El pasado fin de semana tuve la oportunidad de poner a prueba la hospitalidad polaca, dado que unos amigos me invitaron a pasar con ellos un fin de semana en Orawa, una zona situada al suroeste de Polonia, colindante a escasos kilómetros con las fronteras noroccidentales de Eslovaquia.
Un tiempo agradable y un tranquilo espacio para detenerse a reflexionar mientras se podían admirar bellos paisajes, despojados de la nieve que, a pesar de sus intentos, no ha llegado a cuajar este año en su incursión a este país. Todavía recuerdo el paso invierno, por estas fechas, cuando podíamos "disfrutar" de 20º bajo cero en el termómetro: una cara y una cruz de lo que representa el cambio climático que estamos sufriendo en el planeta.
Con todo, tuvimos un encuentro muy campestre, al estilo polaco, residiendo en la casa de uno de estos amigos, donde aún vive su madre en excelentes condiones, tanto físicas como psíquicas... Estar allí, con ese verdor en los prados, a pesar de haber pasado por épocas de frío, es como hallarse en un lejano paraíso, perdido ya en los vestigios de lo legendario.
Fue un marco adecuado para reflexionar sobre la vida, sobre lo que fue y lo que será, un lugar en el que el tiempo no tiene ningún valor, porque cada instante allí vivido representa miles de instantes vividos en el cruel mundo urbano, en el espacio que la sociedad crea para cada uno de sus componentes... Dejas de ser un soldadidto de plomo para convertirte en un creador: de ideas, de formas de vivir, de estilos, de ruptura de las normas.
Buen lugar y excelente comida campestre: truchas fueron uno de los platos principales, dado que se podían encontrar por doquier en un piscifactoría que se encontraba a apenas 2 minutos andadno desde la casa de mi amigo Marcin. Y, por supuesto, no me resistí a la tentación de volver a nuestros orígenes e intentar conseguir mi subsistencia, esto es, pescar mi trucha para la comida. La verdad es que feron gratos momentos, sobre todo porque sirvieron para poner en orden mi alborotada cabeza... ¡hasta cierto punto!
En fin, para sumisnistrar envidia a mis lectores, los dejo con algunas fotografías de tan memorable evento, que, si bien no llegó a ser comparable con la primera visita del hombre a la luna, para mí valió mucho más que eso...
Un tiempo agradable y un tranquilo espacio para detenerse a reflexionar mientras se podían admirar bellos paisajes, despojados de la nieve que, a pesar de sus intentos, no ha llegado a cuajar este año en su incursión a este país. Todavía recuerdo el paso invierno, por estas fechas, cuando podíamos "disfrutar" de 20º bajo cero en el termómetro: una cara y una cruz de lo que representa el cambio climático que estamos sufriendo en el planeta.
Con todo, tuvimos un encuentro muy campestre, al estilo polaco, residiendo en la casa de uno de estos amigos, donde aún vive su madre en excelentes condiones, tanto físicas como psíquicas... Estar allí, con ese verdor en los prados, a pesar de haber pasado por épocas de frío, es como hallarse en un lejano paraíso, perdido ya en los vestigios de lo legendario.
Fue un marco adecuado para reflexionar sobre la vida, sobre lo que fue y lo que será, un lugar en el que el tiempo no tiene ningún valor, porque cada instante allí vivido representa miles de instantes vividos en el cruel mundo urbano, en el espacio que la sociedad crea para cada uno de sus componentes... Dejas de ser un soldadidto de plomo para convertirte en un creador: de ideas, de formas de vivir, de estilos, de ruptura de las normas.
Buen lugar y excelente comida campestre: truchas fueron uno de los platos principales, dado que se podían encontrar por doquier en un piscifactoría que se encontraba a apenas 2 minutos andadno desde la casa de mi amigo Marcin. Y, por supuesto, no me resistí a la tentación de volver a nuestros orígenes e intentar conseguir mi subsistencia, esto es, pescar mi trucha para la comida. La verdad es que feron gratos momentos, sobre todo porque sirvieron para poner en orden mi alborotada cabeza... ¡hasta cierto punto!
En fin, para sumisnistrar envidia a mis lectores, los dejo con algunas fotografías de tan memorable evento, que, si bien no llegó a ser comparable con la primera visita del hombre a la luna, para mí valió mucho más que eso...
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