Hoy anduve de tienda en tienda para ver qué modelo de teléfono móvil podía comprarme, eso sí: baratito y que no ofrecira tentaciones para aquellos que viven a costa del sudor ajeno, es decir, los delincuentes.
Al final no fue tan baratito como pensaba, pero sí que es discreto, y, por ende, me permitió reactivar mi número de teléfono. Lo cierto es que ya tenía mono, pues ahora es cuando me he dado cuenta que pasar cuatro días sin recibir una sola llamada, ni un sólo mensaje, crea estrés. Ya es de por sí difícil quitarse del tabaco y del café, pero... ¿del móvil? ¡Nunca lo hubiera pensado!
Por desgracia, es así: una vez que tienes un móvil (siguiendo el símil de Cortázar con respecto a un reloj), te conviertes en su víctima más cercana, en el símbolo propiciatorio de un sacrificio, dado que pierdes parte de tu vida prestándole las atenciones más delicadas para que funcione perfectamente. ¡Qué listos fueron los de las compañías de teléfonos en España cuando te regalaban un móvil incluso por comprar una barra de pan!
La estrategia estaba bien clara: crear la necesidad en lugar de esperar a que ésta apareciera, y ahora tenemos los resultados: yo estoy con mono de móvil... ¿Y tú? ¿Lo estás? Si es así, bienvenido al club: eres una persona normal del siglo XXI. El hecho de responder lo contrario supondría tacharte de retrógrado y de incivilizado.
En un país como España, en el que el teléfono móvil supera el número de tléfonos fijos, existe un claro exponente de hacia donde se encamina nuestra sociedad. Lo próximo, ¿qué será? ¿Acaso implantes en las orejas y gargantas para no tener que recargar batería y hablar con quien queramos sin esos incómodos accesorios de bluetooth y demás? Es un poco radical esta observación, pero ya veremos, ya...
En cuanto al resto, me esfuerzo por preparar materiales y dejar hechas las fotocopias para las clases de la universidad, aunque precisamente se eche eso de menos: una fotocopiadora. Lo mismo que las personas "civilizadas" hemos convertido al teléfono móvil en una parte imprescindible de nuestras vidas, los profesores de lenguas extranjeras también hemos incorporado dicha imprescindibilidad de las fotocopias a nuestras clases. ¿Será que nos da miedo eso de abordar las "clases magistrales"?
Este es un problema importante cuando no puedes hacer fotocopias fácilmente. Por suerte, para mí, lo de la fotocopiadora es un tema superado. Las nuevas tecnologías son mejor: el ordenador, el cañón multimedia, los altavoces del PC... La única lástima es que mi portátil ya no lo es, y el día que en mi universidad tenga a mi disposición siquiera un radiocassette, pues echaré las campanas al vuelo y seré el hombre más feliz del mundo... Ni qué decir tiene lo que podría hacer en el caso de que por ahí aparezca un cañón multimedia para mis clases...
Al final no fue tan baratito como pensaba, pero sí que es discreto, y, por ende, me permitió reactivar mi número de teléfono. Lo cierto es que ya tenía mono, pues ahora es cuando me he dado cuenta que pasar cuatro días sin recibir una sola llamada, ni un sólo mensaje, crea estrés. Ya es de por sí difícil quitarse del tabaco y del café, pero... ¿del móvil? ¡Nunca lo hubiera pensado!
Por desgracia, es así: una vez que tienes un móvil (siguiendo el símil de Cortázar con respecto a un reloj), te conviertes en su víctima más cercana, en el símbolo propiciatorio de un sacrificio, dado que pierdes parte de tu vida prestándole las atenciones más delicadas para que funcione perfectamente. ¡Qué listos fueron los de las compañías de teléfonos en España cuando te regalaban un móvil incluso por comprar una barra de pan!
La estrategia estaba bien clara: crear la necesidad en lugar de esperar a que ésta apareciera, y ahora tenemos los resultados: yo estoy con mono de móvil... ¿Y tú? ¿Lo estás? Si es así, bienvenido al club: eres una persona normal del siglo XXI. El hecho de responder lo contrario supondría tacharte de retrógrado y de incivilizado.
En un país como España, en el que el teléfono móvil supera el número de tléfonos fijos, existe un claro exponente de hacia donde se encamina nuestra sociedad. Lo próximo, ¿qué será? ¿Acaso implantes en las orejas y gargantas para no tener que recargar batería y hablar con quien queramos sin esos incómodos accesorios de bluetooth y demás? Es un poco radical esta observación, pero ya veremos, ya...
En cuanto al resto, me esfuerzo por preparar materiales y dejar hechas las fotocopias para las clases de la universidad, aunque precisamente se eche eso de menos: una fotocopiadora. Lo mismo que las personas "civilizadas" hemos convertido al teléfono móvil en una parte imprescindible de nuestras vidas, los profesores de lenguas extranjeras también hemos incorporado dicha imprescindibilidad de las fotocopias a nuestras clases. ¿Será que nos da miedo eso de abordar las "clases magistrales"?
Este es un problema importante cuando no puedes hacer fotocopias fácilmente. Por suerte, para mí, lo de la fotocopiadora es un tema superado. Las nuevas tecnologías son mejor: el ordenador, el cañón multimedia, los altavoces del PC... La única lástima es que mi portátil ya no lo es, y el día que en mi universidad tenga a mi disposición siquiera un radiocassette, pues echaré las campanas al vuelo y seré el hombre más feliz del mundo... Ni qué decir tiene lo que podría hacer en el caso de que por ahí aparezca un cañón multimedia para mis clases...
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