Estoy hoy encerrado en casita, lamiéndome las oleadas de aburrimiento que deja el domingo, como día inútil, inservible, que precede al santificado lunes, inicio de la ardua jornada laboral de la semana.
Sin embargo, hoy me he percatado de que no hay nubes que empañen el cielo nocturno de Cracovia (lo cual es de agradecer), y para sacudirme este tedio, me he dedicado a mirar un rato por la ventana a una magnífica luna que hoy ilumina la calle sin necesidad de que haya farolas que, por doquier sustituyen la belleza de la naturaleza.
Quizá por eso, me he visto impulsado a tomar una fotografía a esa flamante luna llena que pende sobre nuestras cabezas y dedicarle una pequeña referencia en el blog a la misma. Así pues, he aquí lo que nos obsequia esta fría y despejada noche cracoviana:
En fin, en cuanto a mi aburrimiento vital, éste persiste. Quizá sea por no tener a nadie a mano con quién hablar un rato e intercambiar opiniones sobre lo humano y lo divino, sobre lo mortal y lo inmortal... En fin, ¡sobre tantas cosas que pasan por mi cabeza! Por desgracia, esas cosas se quedan ahí...
La gente ya no quiere hablar con la gente, y se esconden tras de la pantalla de un ordenador, se camuflan detrás de un teléfono, se escudan detrás de un fax... A pesar de todo, sigo creyendo en la conversación directa, en la combrobación exacta y fehaciente de que hay delante de mí una persona que puede razonar y pensar, al mismo tiempo que expone sus ideas... Espero que la tecnología no sirva para hacernos cada vez más cretinos.
Sin embargo, hoy me he percatado de que no hay nubes que empañen el cielo nocturno de Cracovia (lo cual es de agradecer), y para sacudirme este tedio, me he dedicado a mirar un rato por la ventana a una magnífica luna que hoy ilumina la calle sin necesidad de que haya farolas que, por doquier sustituyen la belleza de la naturaleza.
Quizá por eso, me he visto impulsado a tomar una fotografía a esa flamante luna llena que pende sobre nuestras cabezas y dedicarle una pequeña referencia en el blog a la misma. Así pues, he aquí lo que nos obsequia esta fría y despejada noche cracoviana:
En fin, en cuanto a mi aburrimiento vital, éste persiste. Quizá sea por no tener a nadie a mano con quién hablar un rato e intercambiar opiniones sobre lo humano y lo divino, sobre lo mortal y lo inmortal... En fin, ¡sobre tantas cosas que pasan por mi cabeza! Por desgracia, esas cosas se quedan ahí...
La gente ya no quiere hablar con la gente, y se esconden tras de la pantalla de un ordenador, se camuflan detrás de un teléfono, se escudan detrás de un fax... A pesar de todo, sigo creyendo en la conversación directa, en la combrobación exacta y fehaciente de que hay delante de mí una persona que puede razonar y pensar, al mismo tiempo que expone sus ideas... Espero que la tecnología no sirva para hacernos cada vez más cretinos.
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